Patata roja de Ibiza: recuperar un manjar

Hace ya muchas décadas que los buenos gastrónomos conocen las excelencias de la patata ibicenca. Los isleños somos amantes del tubérculo y lo cultivamos en grandes cantidades, para consumo propio o para venderlo en mercados, hoteles y restaurantes. Las tierras de regadío de Ibiza, a menudo de un intenso color que oscila entre el ocre y el granate, es rica en hierro y resulta especialmente adecuada para plantar patatas. Las cosechas, de hecho, suelen ser sanas y abundantes. Es, sin duda, un manjar y una materia prima de elevada calidad para los restaurantes.

Los ibicencos plantan distintos tipos de patata, pero la variedad local, la que antiguamente se acumulaba en los graneros para disfrutarla todo el año, es la patata roja de Ibiza, actualmente escasa ya que llegó a estar al borde de la extinción. La existente se comercializa bajo la marca de garantía ‘Sabors d’Eivissa’, cuyas semillas ha vuelto a distribuir el departamento de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino del Consell Insular –el gobierno de la isla–, especialmente entre los productores de agricultura ecológica.

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La recuperación de esta especie tan apreciada, ideal para freír o incorporar a los guisos tradicionales de la cocina autóctona, ha sido posible gracias al intenso trabajo realizado en la Finca Experimental Can Marines, en Santa Eulària. De esta forma, tras años de ausencia en los campos, vuelve a cultivarse y pronto dispondremos de ella en los puntos de venta. Toda una apuesta de futuro y conservación de uno de nuestros productos más emblemáticos, con una gran tradición cultural, agraria y gastronómica.

Cuando la patata registra un calibre pequeño y tiene una forma redondeada, del tamaño aproximado de una pelota de golf o ligeramente más grande, los ibicencos la llaman ‘patató’ y constituye una verdadera delicia, por su textura, untuosidad y capacidad para asimilar los sabores. Muchos platos tradicionales se elaboran con ella, que se presenta entera y pelada en los guisos.

En Es Torrent apostamos intensamente por la calidad de la patata. Contamos con agricultores que la cultivan con mimo y nos la suministran siempre en estado óptimo. De hecho, no son pocos los clientes que, tras disfrutar de un mero, un dentón o un gallo de San Pedro, nos dicen que el pescado estaba exquisito, pero las patatas aún mejores.

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