Erizo de mar, otra especie habitual de Ibiza a la que prestar atención

Una de las maravillas que ofrece Ibiza son sus fondos marinos, repletos de paisajes invadidos por la luz, que compaginan praderas de posidonia, pecios, fondos arenosos y rocas salpicadas de cuevas y agujeros, donde viven toda clase de especies. Piedras y escollos se hallan frecuentemente habitados por un animal aparentemente inerte al que siempre hay que prestar atención para no pisarlo y sufrir las consecuencias de las púas que lo envuelven. Se trata del erizo de mar, que también constituye un bocado de mar único, aunque en Ibiza no hay costumbre de comerlo.

Los erizos pueden vivir más de cien años y tienen un aparato ambulacral compuesto por una serie de tubos llenos de agua que recorren su cuerpo y concluyen en otros más finos o pies, que funcionan como una ventosa y, junto con las propias púas, les permiten moverse lentamente sobre el lecho marino. Su boca se halla en la parte inferior y se alimentan de algas, plancton y caracoles, entre otros. Aunque podría parecer lo contrario por sus espinas, constituyen un bocado sabroso para muchas especies, como cangrejos e incluso pájaros.

En ibicenco al erizo se le conoce como vogamarí y en otros lugares y lenguas autóctonas se les llama oricios, ourizos, garoinas o garotas, entre otros nombres. En Ibiza mayoritariamente son de color negro o pardo, siendo estos últimos los comestibles. Cuando mueren, les sobrevive un caparazón o esqueleto redondeado, de color verdusco o lila, que todos los niños han desenterrado en la arena y coleccionado.

La parte sabrosa, que se puede comer cruda o levemente cocinada, son las masas glandulares del interior del caparazón, que se llaman yemas y tienen forma alargada y color anaranjado. Deben consumirse al momento en el que se abre el animal, cuanto más frescas mejor, aunque también pueden encontrarse en conserva. En Japón, donde se les llama uni, se utilizan en crudo en sushis y sashimis y también coronan platos de fideos y sopas. En nuestro país un clásico es prepararlos con huevos revueltos acompañados de espárragos trigueros.

En Ibiza a menudo ocurre que niños y adultos andan sin prestar suficiente atención por las rocas y acaban pisando uno de estos animales. Cuando eso ocurre, las púas se incrustan profundamente en la piel. La única forma de extraerlas es empleando unas pinzas y una aguja previamente desinfectadas. En caso de no poder sacarse fácilmente, conviene reblandecer la zona con agua templada y sal o también con un poco de aceite de oliva.

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