Ibiza, territorio de piratas y corsarios

Una de las mayores curiosidades de Ibiza aguarda en el puerto de la ciudad y tiene forma de obelisco. Aquellos que se acercan y leen la leyenda que lo acompaña suelen asombrarse, ya que el monumento rinde homenaje a los corsarios de Ibiza. No hay otro en el mundo, salvo la estatua dedicada a Sir Francis Drake, en la localidad inglesa de Plymouth.

Desde que los árabes fueron expulsados de la isla, en el siglo XIII, y hasta el siglo XVIII, Ibiza y Formentera vivieron asediadas por los filibusteros, que sobre todo llegaban procedentes del norte de África. Esta sensación de peligro permanente acabó afectando de una forma muy sustancial a la arquitectura y las tradiciones de la isla, ya que sus nativos no sólo tenían que erigir construcciones para cobijarse y contribuir a su manutención, sino que además debían proporcionarles refugio frente a los invasores.

Los jabeques turcos y berberiscos llegaban inesperadamente y atacaban sin contemplaciones las aldeas, calas y casas de campo, llevándose lo que pudieran; desde alimentos a animales domésticos, pasando por los propios ibicencos, que en muchas ocasiones acabaron en los mercados de esclavos del Magreb.

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Sus principales objetivos eran, sin embargo, tres: el puerto de Ibiza ciudad, las salinas y la desembocadura del río de Santa Eulària, donde abundaban los molinos de agua. Esta ansiedad permanente se tradujo en la construcción de las iglesias rurales, las murallas de la capital, las torres de vigilancia de la costa y las torres del interior. Todos ellos son hoy monumentos, pero antiguamente constituían el único refugio donde ponerse a salvo de la esclavitud o la muerte.

Los únicos que se atrevieron a hacer frente a los piratas eran los corsarios pitiusos, de los que ya hay constancia en el siglo XIV, aunque su fama se extendió sobre todo durante los siglos XVII, XVIII y XIX. Los bucaneros pitiusos cruzaban el Mediterráneo bajo patente de corso, concedida por la Corona española. Disponían de licencia para acechar cualquier embarcación y puerto enemigo, a cambio de la quinta parte del botín.

El más famoso filibustero ibicenco se llamó Antonio Riquer y venció a más de un centenar de embarcaciones enemigas. El episodio más importante, sin embargo, fue la captura del buque Felicity, mucho más grande, mejor armado y con más personal, cuando navegaba con bandera gibraltareña frente a las costas pitiusas. El monumento a los corsarios rememora aquel suceso y constituye un permanente recordatorio de que Ibiza no sólo es isla de pescadores sino también de corsarios.

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